Un terremoto de 7.6 grados sacudió las costas japonesas, desatando un tsunami que llevó a los residentes a huir a terrenos más altos mientras las olas engullían automóviles y casas en la costa oeste del país. Hoy, 2 de enero, continúa la angustiosa búsqueda y rescate de las víctimas atrapadas entre los escombros, una tarea titánica ante la magnitud de la devastación.
El primer ministro, Fumio Kishida, expresó la complejidad de acceder a la península de Noto, en el norte, donde los incendios y los daños en edificios complican las labores de rescate. Se estima que unas 120 personas aún esperan ser salvadas, mientras los servicios ferroviarios y los vuelos se encuentran suspendidos y el aeropuerto de Noto permanece cerrado.
En otro evento impactante, un avión de Japan Airlines se incendió en el aeropuerto de Haneda en Tokio tras colisionar con una aeronave más pequeña de la Guardia Costera. Milagrosamente, los 379 pasajeros y la tripulación lograron escapar ileso del Airbus A350, mientras cinco miembros de la tripulación del avión de los guardacostas fallecieron.
El recuento de los sismos más intensos en Japón desde el siglo XXI revela que este evento es uno de los más devastadores desde el terremoto de 2016 que dejó más de 50 muertos. Los japoneses, preparados por experiencias pasadas, contaban con planes de evacuación y suministros de emergencia almacenados, lo que facilitó la respuesta inicial.
En un curioso registro compartido en redes, dos latinos capturaron el desconcierto de un restaurante durante el temblor. Mientras uno de ellos filmaba la sacudida, los comensales japoneses, a pesar del temor, mantuvieron la calma y la normalidad, sorprendiendo a los presentes por su serenidad frente al fenómeno natural.
