Haití enfrenta una grave crisis marcada por la violencia, la inestabilidad política y la falta de liderazgo desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse. La situación se agrava con la ausencia de un mandatario y la presencia de grupos armados que controlan vastas áreas del país, sumiendo a la población en la desesperación y el desplazamiento.
Ariel Henry, quien asumió como primer ministro en funciones tras la muerte de Moïse, renunció recientemente después de un viaje a Kenia en busca de ayuda, evidenciando la complejidad de la situación. Para Jake Johnston, experto en Haití, esta crisis es el resultado de intervenciones internacionales fallidas y políticas implementadas por actores extranjeros en colaboración con élites locales, lo que ha perpetuado la dependencia del país caribeño.
La inestabilidad política y la ausencia de un Estado efectivo son el resultado de décadas de externalización del gobierno haitiano, donde organizaciones internacionales controlan gran parte de los servicios públicos y la seguridad, dejando al Estado sin capacidad de representación. A pesar de las dificultades, Johnston destaca la resiliencia del pueblo haitiano y la necesidad de cambiar la relación con la ayuda humanitaria para que sea productiva a largo plazo, alejándose de intereses corporativos extranjeros.